martes, 22 de febrero de 2011

3.2.1 Agua para la agricultura, la industria y la comunidad

El agua es usada en la industria en aplicaciones de todo el mundo para la gestión de agua cruda, agua de proceso, agua de gran pureza, aguas residuales, reutilización de agua, lodos y supresión de descargas de líquido (ZLD). Puede confiar en ellas para conseguir exactamente aquello que necesita para sus fines: un suministro y un tratamiento fiable del agua para mantener una producción constante, calidad precisa del agua, y sistemas y servicios rentables. Puede confiar en un cumplimiento asegurado de la normativa sin que ello suponga un riesgo para la eficacia de su planta. Puede dar a su negocio aquello que necesita: agua con costes mínimos. Y puede tranquilizarse con la certeza de que podrá contar con nuestra asistencia de servicio proactiva y eficaz para respaldarle en cualquier parte del mundo.


La mayor parte del agua se destina a la agricultura, y es utilizada para irrigar los cultivos. La relación directa entre recursos hídricos y producción de alimentos es crítica por tanto para una población humana en constante crecimiento. La irrigación absorbe hasta el 90% de los recursos hídricos de algunos países en desarrollo.La agricultura es un sistema de producción tan antiguo que se ha sabido adaptar a los diferentes regímenes hídricos de cada país: Así, en zonas donde se den abundantes precipitaciones suelen realizarse cultivos de regadío, mientras que en zonas más secas son comunes los cultivos de secano. Más recientemente, y en entornos más adversos, como el desierto se ha experimentado con nuevas formas de cultivo, centradas en minimizar el consumo de agua. En la actualidad una de las vertientes más activas de la investigación genética intenta optimizar las especies que el hombre usa como alimento. También se ha empezado a hablar de agricultura espacial para referirse a los experimentos destinados a difundir la agricultura por otros planetas.
Actualmente la agricultura supone una importante presión sobre las masas naturales de agua, tanto en cantidad como en calidad. Así, el agua que precisan los regadíos supone una disminución de los caudales naturales de los ríos y un descenso de los niveles de las aguas subterráneas que ocasionan un efecto negativo en los ecosistemas acuáticos. Por ejemplo, en España se riegan 3,4 millones de hectáreas que supone el 7% de la superficie nacional y emplea el 80% de los recursos hídricos disponibles

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